I
UNO
No hay nada vivo en kilómetros a la redonda. Ese pensamiento alcanza para dispararme los latidos a más de cien. Me aferro al volante, el auto tan muerto como este paisaje lunar. Una bandada de gaviotas se acerca, sin perder altura hace un ocho y se aleja. No basta para quitarme la sensación de ser lo único que respira. El salitral se extiende hasta el infinito.
Ciento veinte latidos por minuto. Me falta el aire. Voy a morir, de sed, de frío, devorada por animales salvajes. Ciento cuarenta latidos. Voy a morir. Necesito recuperar el control, pensar en algo concreto, buscar detalles. Pienso en qué momento el auto dejó de responder, tengo que ser precisa. Atravesé un alambrado, pisé el freno, no lo pisé. Ciento treinta latidos por minuto. La ruta estaba vacía cuando salí de Bahía Blanca. Me crucé con algún camión, no me crucé. Tenso la mandíbula hasta sentir dolor. Me falta el aire.