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LAS PALABRAS

 

Hacía bastante que salíamos y ya éramos grandes, la tensión iba en aumento y nunca se concretaba nada, yo soy paciente, siempre he sido paciente; pero le tenía ganas. Un día pasamos caminando por la puerta de un hotel alojamiento por horas y entramos de la mano sin decir una palabra, o acaso yo pregunté “¿entramos?”, o quizás no pregunté nada, simplemente torcí los pasos y entramos, o acaso ella escuchó que yo pregunté eso o me adivinó el pensamiento y fue ella la que torció los pasos. En la habitación se encerró en el baño mucho tiempo, demasiado, yo no sabía qué hacer, empecé a sacarme la camisa y, al ver que ella tardaba tanto, me la abroché de nuevo y la acomodé debajo del pantalón como estaba antes. Seguí esperando, al rato se abrió la puerta y ella salió en tanga y corpiño, pero se notaba desde lejos que había estado llorando. Se sentó del lado de la cama opuesto al que yo estaba, se sacó el corpiño y se echó de espaldas, se acomodó el pelo y se secó una lágrima. Yo sólo atiné a sentarme en la cama del otro lado, tal vez le pregunté qué le pasaba, tal vez no lo hice y creí hacerlo, o ella creyó que yo le preguntaba eso o me adivinó el pensamiento y dijo “nada”, o ella no pronunció ninguna palabra y yo escuché “nada”. Creo que le dije o que quise decirle “si querés vestite de nuevo y nos vamos”, pero quizás no le dije nada o ella pensó que no dije nada o no escuchó lo que dije, y se sentó de nuevo al borde de la cama y dijo “no puedo”. O no dijo nada y yo entendí que dijo eso y le respondí “no importa”, o no dije nada y me senté a su lado y le puse una mano en el hombro, o ella adivinó que yo quise decir “no importa” y me contestó “sí, importa”. Ella recostó la cabeza en mi hombro y sollozaba y hablaba, o nada más sollozaba y yo creí que hablaba. “Tuve una relación muy larga y fracasada y me hice un aborto”, creo que dijo entre sollozos, o yo escuché eso y dijo otra cosa. Le alcancé el corpiño y le contesté que eso no cambiaba nada, creo que dije eso, y que la quería igual. No era nada bueno haber dicho esa pavada, pero por ahí no lo dije y ella no escuchó nada, o quizás lo dije y ella no escuchó eso. Creo que dijo “sí, cambia”, o yo escuché eso y no supe decir nada. Ella se levantó lentamente y fue al baño, salió vestida y dijo “vamos”, o ella creyó que lo dijo y no dijo nada, sólo me extendió la mano, o yo vi la mano extendida y escuché “vamos” pero ella no dijo eso.

Salimos en silencio y no hablamos ni una palabra, no pregunté por qué ni cómo ni dónde ni el tiempo que había pasado. De eso estoy seguro y también de que ella no me lo dijo nunca. La llevé hasta la casa de la mano, creo que ella hizo algún intento de soltarse y caminar sola, y que en algún momento lo logró y se tomó ambos codos; también creo que yo quería abrazarla pero no me animaba, y por eso le tomé de nuevo la mano y no quería soltarla. Ella ya no luchó más por soltarse y se dejó llevar mansa. Al despedirme la besé en silencio y ella dijo “perdoname”, o yo creí escuchar eso y no dijo nada, o ella pensó eso y yo creí escucharlo pero no lo dijo nunca. Le dije, o quise decirle, “te llamo”, o no le dije nada y ella creyó escuchar eso y dijo “bueno”, o sólo lo pensó y no dijo nada y yo escuché “bueno” pero ella no lo dijo.

Ha pasado una semana, no la he llamado y quisiera hacerlo, pero me doy cuenta de que espero a que ella me llame, aunque recuerdo bien que le dije que yo iba a llamarla, y la verdad es que no sé si quiere que yo la llame. Quizás ella sí quiere que la llame y espera que lo haga, pero no sé qué es lo que quiere escuchar que yo le diga, y si es que quiere escuchar algo, tal vez sólo quiere escuchar el teléfono y pensar que soy yo el que la llama y no atienda nunca. Quizás ella atienda y yo diga una gansada y ella corte. Tal vez yo no diga nada y sólo espere a que ella diga mi nombre. Es fundamental que, al atender, ella diga mi nombre. Quizás ella piense en mí y lo diga, o crea que lo ha dicho, y yo no escuche nada y corte.